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Leyendas

Leyenda de Agua

Hace mucho, mucho tiempo, mucho antes de que los hombres y las mujeres empezáramos a habitar la tierra, los Duendes de la Naturaleza llegaron a ella para llenarla de vida.

Fueron muchos los que llegaron y trabajaron poco a poco dotando a cada lugar de este planeta de árboles, plantas, animales, oxígeno, hongos, lagos, ríos o mares.....

Cuando todo el trabajo estuvo hecho, lo celebraron con una gran fiesta, disfrutando de la obra que habían creado.

Cuando acabó la celebración decidieron emprender viaje por la Tierra y elegir cada uno un lugar mágico donde vivir.

Así los Duendes se separaron y cada uno se comprometió a defender el lugar que eligiera para vivir. Se despidieron con un gran dolor, pues sabían que no volverían a verse, pero con la ilusión de emprender una nueva tarea.....aunque sabían que no resultaría fácil.

Cada uno viajó por distintos lugares, AGUA el duende de los ríos, viajó y viajó;

Todos los ríos y riachuelos que encontraba le parecían el lugar ideal para quedarse a vivir y defenderlo de cualquier amenaza.

Pero siguió viajando, pues quería conocerlos todos, para no tener la menor duda de que su elección era la correcta.

Viajó durante días, meses hasta que llegó al último lugar que le quedaba por visitar.

Era un valle por el que transcurría un río de aguas limpias y oxigenadas.

Era un río de montaña, con un bosque de ribera precioso. Encontró una zona en el río que era muy tranquila "un remanso de paz".

La seguida de una poza, una cascada, otra poza y otra cascada. Lo vio y de inmediato se enamoró de su nuevo hogar.

Conoció a sus vecinos: la Nutria, el Martín Pescador, el Mirlo Acuático, la Cabra Montés y el Buitre Leonado, y se hicieron grandes amigos.

AGUA comprendió que las cosas no se aman si no se conocen.

Por tanto, ideó un plan para con los humanos que ya estaban habitando el planeta.

Subió a una montaña que se llama La Peña del Campo, que observa el transcurso del río. Le explicó su idea, le pidió que le diera un trozo de su roca. La bajó hasta el río y la depositó al lado de la última de las cascadas.

Pulió la parte más alta de la misma hasta dejarla lisa. Y convirtió aquel lugar en un santuario… el sitio donde si prestas atención cuando llegas a los Chorros en el río Guadalope te puedes tumbar en la roca que AGUA pulió y observar al Mirlo Acuático entrando en su nido, al Martín Pescador esperando a alguna presa, a la Nutria tirándose por alguno de sus toboganes, al Buitre mirando desde la Peña del Campo o al Cabra Montés bajando a beber agua al río Guadalope en los Chorros de Montoro de Mezquita.

 

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